Todo el mundo mundial sabe que soy fan muy fan de septiembre, de la vuelta al cole, de los propósitos de nuevo curso y de las chaquetitas por si refresca, pero eso no quita que la vuelta a los engranajes otoñales sea un trabajo arduo que te deje las pilas del verano y las reservas de ginseng y lexatines a cero antes de la primera semana, por eso me veo en la obligación de escribir algunas verdades del barquero que, aunque duras, te harán ver que no estás sola cuando quieras poner una bomba en cada esquina de tu vida otoñal y volver a la hamaca con la toalla liada en la cabeza deseando no haber deseado volver a la ‘rutina’.
1.- La vuelta al cole es el bien y también el mal. Puedes liberarte de las criaturas, que no es poco, pero tienes que entrar en el desenfreno de pruebas de uniforme, compra de rotuladores y libretas de mil tamaños y tipo, compás, cartabón y cosas que no sabes lo que son como regletas, tangram y subcarpetas, sin contar con las dieciocho reuniones con los tutores y la dirección en persona y en diferido, votar cuestiones que te dan igual con otras 30 madres, todas malas de los nervios también aunque lo disimulen, y lo peor de todo, forrar los dos mil libros con un plástico que te atrapa y se te pega en la entrañas y en las ganas de vivir.
2.- Sé que la vuelta al trabajo no es algo que ilusione a muchos pero sí a unos pocos, sobre todo si tienes proyectos pendientes y nuevos retos por delante y ya te veas en tu despacho acristalado y con vistas a Nueva York como en una película, con tu melena impoluta y tu traje blanco. Pues bien, no es real. Tu compañero que ya no te cae tan mal porque hace un mes que no os veis, será el mismo de siempre a las tres horas, después de que te haya enseñado sus fotos de vacaciones con su suegra y a ponerte al día de sus visitas al dentista, el servidor volverá a quedarse colgado más veces de las deseadas y siempre te tocará a ti aguantar al cliente coñazo y cambiar el papel de la impresora, pero, oye, a las cinco ya eres libre. Quien no se consuela…
3.- Retomar la dieta es una idea fantástica, sobre todo la noche antes, cuando para ‘despedirte’ de las vacaciones, estás comiéndote un donut glaseado, pero cuando llega el momento, la vuelta a las espinacas y a la pechuga de pollo es muerte. Hay que hacerlo, es bien, pero es muerte. Así que si sientes que quieres morir el segundo día, y que serías capaz de matar a tu amiga, la que no engorda, golpeándola con un puerro en la cara, no te asustes, es lo normal. Te acostumbrarás a la vida sin sabor.
4.- El cambio de armario. Lo suyo es esperar a tener un día de esos de violencia extrema para tirar hasta el traje de novia y sentirte como Marie Kondo y soñar con un armario casi pelado, ordenado y divino. Bien, pues de esos días hay pocos e incluso en esos aparecen los ‘esto me volverá a caber’ aunque sea una 36, los ‘esto por si voy a una fiesta de disfraces’ aunque sea una capa que te pusiste en la nochevieja de 1996 o ‘esto por si se vuelve a llevar’. Al final, acabas con montones de trapos sobre la cama, con un ataque de alergia y ganas de sacarte los ojos. Intenta no sacártelos.
Así que mi consejo es que aceptes que van a pasar estas cosas como pasaron el año pasado y el anterior y aún así sobreviviste. Mal, pero sobreviviste. Que pases del cambio de armario o lo hagas a plazos, que no pasa nada por convivir con los biquinis entre las bufandas dos meses, que finjas haber pillado el ébola para saltarte alguna reunión del cole, que siempre dicen lo mismo, que no forres los libros nunca, que te comas un donut a la semana para ir dejándolo poco a poco y que le pegues la paliza con el puerro a tu amiga, y, de paso, al pesado de tu compañero, a tu jefe, a la maestra y a Marie Kondo y ya verás como la ‘rentrée’ es pan comido. Bueno, pan no.
Ame quedaba en eternas vacaciones. Yo iba para gipsy, llena de churumbeles y sin llevarlos al colegio, pero me quedé en paya y sufro mucho. En fin, que pa’llá si que estoy que ni quiero cole ni rutina ni propósito de nada. Quiero playa y verano y horarios y niños salvajes.
Amén a todo. Me consuela y salva mucho hacerme la loca despistada que no se entera de mucho. Y poco a poco ya voy viendo el próximo verano doblando la esquina…Así, a como quien no quiere la cosa, voy tirando.
Gracias por hacerme reir una mañana de lunes!Saludos desde Catamarca, Argentina
Me gusta estar con mis fierecillas aunque a veces (a menudo) tenga ganas de venderlos baratitos.
Pero bueno, la ley dice que hay que escolarizarlos… y yo tengo que trabajar, que alimentar a las fieras cuesta pasta jaja! Comen como hienas famélicas.
Pues yo no se si habrá persona más triste quyo cuando se acaba el verano. Yo quiero temperatura tinerfeña todo el año y yo quiero que anochezca a las 21 horas todo el año. Y a lo mejor así lo que trae septiembre lo llevaría mejor.