Mañana cumplo 44 años. Y los cumplo con la misma ilusión que cuando cumplí los 17, los 21 o los 30. Con menos colágeno, más ojeras e infinitas más responsabilidades, pero con la ilusión de quien empieza una nueva aventura y tiene mil proyectos en la mochila, aunque unos pocos se queden por el camino y otros muchos ni siquiera salgan del macuto, pero están ahí y lo importante es tenerlos, crearlos, reformarlos y sentir que queda mucho camino del divertido por recorrer. Y es que entre que, como diría la mamma, soy Antoñita la Fantástica y que cumplo tan cerca de septiembre, todo son expectativas y listas de deseos.
Eso no quiere decir que no haya cosas que me vengan largas y otras muchas que eche de menos. A veces fantaseo con volver a los 20 y estar sentada en la cafetería de la Facultad, sin más preocupaciones que la del proyecto audiovisual de nosequé, entre amigos de aquella época, risas y mucha cocacola Light, con el bloc de la vida prácticamente nuevo y dos millones de sueños por cumplir. Echo de menos creer que todo era posible y que lo mismo acababa de redactora jefe de moda en Vogue, que cubriendo un conflicto en Afganistán o haciendo pinitos en la agencia de Luis Bassat, inmersa en un sinfín de proyectos molones.
Echo de menos la espontaneidad de los planes, el quedar para tomar café y acabar a las 4 de la madrugada entrando en casa con los tacones en la mano para no llevarte una bronca, tomar caramelos de menta para que no notaran que habías fumado, cuando aún se podía fumar en los bares y llegabas a casa con voz de barítono y con el pelo oliendo a cenicero.
Echo de menos beber chupitos de nombres imposibles y levantarme como una rosa. Ir a la playa horas infinitas y no preocuparme por el sol ni los melanomas, sino por pillar el mismo bronceado por delante que por detrás. Echo de menos creer que viajaría por todo el mundo, que viviría un año en Nueva York y otro en Roma, que tendría una colección de bolsos de más de 3.000 euros por asa y que tendría el cuerpo de un ángel de Victoria Secret.
Echo de menos ser inocente y crédula y hacer lo imposible porque nadie se diera cuenta. Echo de menos tener más amigos y más planes de los que podía gestionar. Chuparme las carteleras de cine de todas las salas y asistir a todas las obras de teatro, performance y cosas raras de mis amigos y conocidos majaras que por aquel entonces soñaban con ser artistas.
Echo de menos el olor a nuevo de la vida y la sensación de libertad a todas horas. Entrar a una discoteca como una diva y que me miraran como tal. Bailar hasta la madrugada, comer un trozo de pizza antes de tomar el taxi y no pensar en las calorías ni en los ardores. Salir corriendo de un bar a otro buscando al chico que le gustaba a tu amiga y recibir un sms inesperado del que te gustaba a ti. Echo de menos tener a mis padres jóvenes y enérgicos, con sus propios planes e ilusiones, que la jerarquía siguiera intacta y echo de menos a todos los que se han ido yendo de una u otra manera de mi vida.
Pero también celebro que absolutamente todas esas personas y las experiencias compartidas con ellos han dejado un exquisito sabor de boca en mi vida, y aunque ya no formen parte de ella, celebro que hayan ayudado a construirla. Celebro que mis padres siguen vivos y al otro lado de todo, trayendo tupper de boquerones en vinagre y croquetas, regañando al mismo nivel de 1998 y contando los piercings que me hago como si fueran crímenes de guerra.
Que tengo el partener que siempre quise tener, que me quiere y al que quiero, con el que comparto aficiones y risas, maratones de series, charlas filosóficas, achuchones y masajes de pies. Que es serenidad y templanza frente a mi carácter almodovariano de dramas y violencias de lunes por la mañana. Con el que todo es más fácil y los nubarrones siempre acaban en días espléndidos. Tengo una preadolescente que me saca de quicio al menos dos veces al día, pero que, además de quererla con locura que es algo que va con el cargo, cada día me gusta más, ella y la mujer en la que se está convirtiendo, con la que ya comparto confidencias, brillos labiales y tardes de compras. Celebro que tengo un pelirrojo que no se calla nunca y me deja jugar a la Switch con él y me explica las ventajas de una nueva app, entre abrazos de manos todavía regordetas y blanditas y que me chiflan aunque estemos a 40 grados. Y los cuatro formamos un equipo maravilloso de idas y venidas, risas de las que duele la barriga, gritos a deshora, tardes de pelis y palomitas, besos calentitos, empujones por el pasillo, broncas por whatssap, juegos de mesa y la certeza de saber que estás en casa.
Celebro que, junto a los míos, a mis padres y a mi hermana, tengo una familia maravillosa llena de tíos, primos, sobrinos y agregados que hacen más ruido del que mis vecinos pueden soportar, pero que siempre son un lugar al que volver y siempre tienen un montón de cotilleos, risas y discusiones nuevas en el bolsillo con los que alegrarte la tarde y la vida.
Tengo amigos que me quieren y a los que quiero, con los que comparto surrealistas días de playa con más niños que adultos, barbacoas infernales, noches de Feria y algunas juergas legendarias. Amigos de confidencias de toda una vida que saben lo que vas a decir antes de que empieces a hablar. Tengo amigos de antes de nacer que son familia y otros que he encontrado por el camino a lo largo de los años y conocen historias y anécdotas que serían mi ruina. Amigos de segunda vuelta con los que me he reencontrado después de muchos años y que han acabado encajándome como el zapato de cristal a Cenicienta, cuando algunos días no me encajo ni yo. Y un montón de amigos virtuales que me acompañan desde hace más de 10 años y que parecen tan reales como la vida misma.
Celebro que no me faltan ilusiones y proyectos que me mantienen viva. Que lo mismo muero de ilusión por una gafas de sol de 10 euros de Pull&Bear, que por un bolso de 1.500 o por la vuelta de Sexo en Nueva York. Que me quiero seguir comiendo la vida a bocados aunque ya todo se me quede atascado en las caderas, que estoy viva, que los míos y yo tenemos salud, que hay comida en la mesa, vino en la despensa, una agenda por estrenar y un año enterito para llenar de vida. ¿Qué más se puede pedir?
Confieso que se me ha saltado la lagrimilla leyendo este post tan bonito… qué gran verdad reflejada en tus palabras!! En todo… la inocencia de la juventud, que te permite tener esas grandes y bonitas expectativas sobre lo que será tu vida, acompañada de la fuerza que tiene una a esa edad, que es capaz de sobrevivir a las juergas más extremas!! jajajaja Y… en la plenitud que da cumplir más de 40, en la que pasamos a ser conscientes de lo que de verdad es y está siendo nuestra vida y sobre todo (o al menos yo), pasamos a dar valor y a disfrutar las cosas que realmente importan en ella… como bien comentas, teniendo tanto por lo que dar gracias… no se puede pedir más.
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En fin, que… Muchas felicidades con un día de adelanto!!! Espero que mañana disfrutes como una enana rodeada de tu family!!
Qué bonito todo y qué de verdades! No sé cómo hubieran sido otras vidas posibles, pero ésta me gusta mucho! Aunque haya días que sueñe con escapar sin retorno, claro, jajajja
Muchas felicidades Flor por tu nuevavueltaal sol y como no, porestar rodeada de tan buena gente.
Jajaja como si te viera,, ¿quién habrá escrito esto??? Soy Berta!!!
Feliz cumpleaños. Felices 44, que como bien dices se celebran y se esperan con la misma emoción y alegría que los 17 o los 25. Felices logros y proyectos en esperay en camino. Feliz vida y un besote desde Guadalajara, México.
Qué bonito, Flor!! Me has llegado, emocionada y mucho, a punto de lágrima viva. Te deseo que sigas sumando, todo eso que deseas, que hay mucho arte ahí dentro y fuera y ese arte salpica muy bonito. Disfruta, mucho. Feliz vuelta al sol, bonita mía. Muakkss
Gracias, bella! Tú sí que siempre tienes palabras bonitas para repartir…
Veo que no soy la única aquí llorando a lágrima viva, menos mal. Muchas felicidades de una de esas amigas virtuales. Por tu cumple y por escribir así.
Joe Antonia, escribes anécdotas y cosas para reír con la misma emoción frenética con la que tecleas motivos por los que celebrar la vida. Me alegro de ser esa amiga virtual que manda enlaces de pendientes excluvos de un diseñador de nombre impronunciable del país del sol naciente o por ahí cerca. Jajaja.
Me alegro de que celebres todo eso, que no es poco. La suerte, tan inmensa, de tener familia y amigos y echar tantas cosas de menos y otras tantas por echar!
Felicidades compañera Virgo. En unos días me caen a mi mis 40 y haré repaso vital también. Ojalá suene tan intenso como el tuyo! (Que me gusta una intensidad…)
Gracias, amiga! Qué ganas de volver a desvirtualizarnos, pero esta vez con más vino y con el Hola mediante, del que por tu culpa, ahora soy adicta. No sabía que eras Virgo! Ya verás que los 40 molan mucho, quién los pillara ahora jajaja. Por cierto, no sabes la de gente que me pregunta por el diseñador oriental aquel… jajajja. Besos mil!
Has hecho que se me salten las lagrimas. Qué bien escribes y lo cuentas, leche
Felicidades guapa!!! Gracias por tu reflexiones… Siempre me alegran el día
Cómo me alegro! Vosotras me lo alegráis a mí 🙂
Ay y tanto que sí, te suscribo en cada palabra, y espero estar entre la lista mental del grupo zapato de cristal, y si no, no importa, tú sí estás en la mía! Un abrazo, pasaré la mañana buscando una pegatina adecuada para felicitarte mañana jajaja
Por supuestísimo, eres el príncipe azul por excelencia del zapatismo de cristal y el gran redescubrimiento de mis 43. Fantaseo con las tardes de alcohol y existencialismo de barra que nos quedan por vivir.