Hace unos días me llamó mi amigo Guillermo para contarme lo que me anunció que sería una mala noticia. «Flor, está más que confirmado: ya vamos tarde para ser unos pibonazos y hay que asumirlo». Yo, que ya no estoy acostumbrada a las llamadas de teléfono que no sean con la mamma y que mi comunicación con el resto del mundo es vía mensajes o audios interminables de Whatsapp, no supe ni qué decir, avasallada ante la noticia, aún sin lavarme la cara y sin saber por dónde me soplaba el aire, alegre porque la mala noticia no fuese la muerte de nadie y al mismo tiempo sobrecogida por aquella revelación a esas horas de la mañana.
Al parecer, mi amigo llevaba tiempo investigando sobre el asunto y se había dado cuenta de que a ciertas edades, entregarse al mundo de la belleza, el fitness y la chía no tiene nada de bueno, porque, según me contaba, era mejor ser fofisano o estar rellenito con un aspecto saludable y casi juvenil, que intentar ser un fitness cuarentón o peor aún cincuentón porque al parecer, si no lo habías sido desde siempre, si eras un advenedizo que ahora, ante la llegada de la decrepitud te habías lanzado a pagar la matrícula anual del gimnasio y a comer alpiste, hicieras lo que hicieras, el resultado era inevitable, se te ponía pecho carcasa.
Pecho carcasa. La expresión era cuanto menos turbadora y más aún cuando ni me había tomado la primera cocacolazero de la mañana. Según me explicaba, a los hombres que se ponen en forma después de los cuarenta, se les ensancha el tórax de alguna manera y se le queda un tipo de ‘palomo empechado’, sobresaliendo de los pectorales y dando un aspecto, palabras textuales, de ‘media tortuga dada la vuelta, voluminoso pero duro, duro pero no muscular sino óseo’ y que de hecho, desde que lo había descubierto en el gimnasio, ahora cada vez se cruzaba con más y que la mayoría de los hombres con los que ligaba en las aplicaciones, tenían esas carcasas, así que había decido dejar de hacer “el subnormal” en el gimnasio para quitarse las lorcillas porque si el premio iba a ser la aparición de la carcasa cuarentona prefería comer Ruffles hasta el fin de sus días.
Ante aquellas estremecedoras declaraciones de buena mañana, traté de demostrarle lo loco que estaba, pero antes de que pudiera inventar algún argumento, empezó a nombrarme a conocidos con presuntos pechos carcasas y, horrorizada, no pude más que darle la razón. El mundo estaba lleno de pechos carcasa y yo sin darme cuenta. Y los pechos carcasa no habían estado ahí de toda la vida, eran nuevos como las arrugas y las canas y no se quitan con cardio ni con musculación ni con dietas cetogénicas, los pechos carcasa son una cosa para toda la vida. De la que no se habla pero que están ahí, entre nosotros.
Y del pecho carcasa y aún sin desayunar pasamos al culo o cara y a la determinación que se puede ser fabuloso a cualquier edad como diría Carrie Bradshaw, pero que perder 10 kilos con 20 años no es lo mismo que hacerlo con 40 y que al final todo es una elección. Y no una elección entre bollycaos o tipazo, sino entre culo gordo o cocochas.
A mí personalmente, nunca me ha preocupado en exceso el envejecimiento físico, imagino que para alguien como Judit Mascó será más dura la caída, pero el hecho de que me roben mis sueños de juventud de tener algún día el cuerpo de Naomi Campbell aunque sea con 70, pues duele y mucho porque según dice Guillermo si algún día lograra ese cuerpo -con algún milagro aún por inventar- se me pondría la cara como a Terelu -pobrecita mía- por aquello del descolgamiento propio de la pérdida de peso en estas edades. “O sea, que entre culo y cara, tú elige cara siempre”. Y yo todavía sin peinar me hice fiel a ese dogma, sobre todo, porque hace unos días saqué un bono familiar en el gimnasio y tengo tantas ganas de ir como de que me salgan las cocochas.
“O sea, nena –me decía- que así estamos estupendos y que mejor que en tofu y en pilates, nos gastemos la pasta en ropa bonita y vistosa, en sushi y en copas, que la felicidad es lo mejor para estar guapos, que si te fijas, todos los cenizos que conocemos ya tienen junto a las comisuras ‘el rictus de la amargura’”.
El rictus de la amargura. Maremía. No me atreví a preguntar más. Pero esa tarde merendé donettes.
Pd. Abro debate. ¿Carcasa o ruffles? ¿culo o cara? ¿lorcillas o cocochas? ¿rictus de la amargura o Jagger? La de cosas.
Estoy necesitando ya fotos demostrativas del pecho carcasa… Pero siempre gintonic y nunca rictus de amargura amiga!
Claramente. Si hay gintonic, el rictus de la amargura, sea lo que sea, no sale.
Y como se agradece que te abran los ojos un lunes de mañana, con el poco cariño que le tengo yo al gimnasio… Yo me quedo con mi gustazo de terraceo al sol con lo que se tercie…Queda claro ya para que lado tira mi cuerpo
Para el lado bueno sin duda!
🤣🤣🤣 Madreeee.. Pues yo en lo de kilos no opino porque la Judith y yo somos casi primas hermanas, pero no es mérito mío ni por asomo porque mi marido dice que soy la persona que más porquerías come que él conozca, se lo agradeceré al adn de mi aita. Jajaja Pero vamos siempre siempre siempre donetes, cara, vino y sushi jajaja
Dios mío, Flor, estoy totalmente de acuerdo con la reflexión de tu amigo Guillermo y tanto es así, que creo que somos almas gemelas separadas al nacer.
Yo les llamo «pecho palomo»
Y es esa misma reflexión la que me llevó hace años a darme a las patatas de churrería y a la coca cola zz, porque prefiero tener un acolchado natural por toda mi periferia que la cara descolgada.
Cuánta sabiduría me habéis ocultado. Yo no puedo estar más de acuerdo. Tanto sufrimiento para estar peor que al principio… Digo sí a invertir en Inditex, en copichuelas y en palomitas de caramelo. Eso sí que es bellessa y felicidad.
Siempre ruffles,cara y lorcillas jajaja.
Siempre!! jajajja
Como bien ha dicho siempre mi santa madre… en la vejez, o te ajamonas o te amojamas!
Qué de cosas sabían ya las madres…
Toda la razón, ruffles y coca zz para siempre. Los 10 kilos que me sobran van a seguir conmigo porque yo no piso un gimnasio ni loca. Llevo dos días yendo en bici al trabajo, espero endurecer «algo» las piernas y el culo.
Ufff, yo tengo un bono familiar y a la pelirroja lampando para que vayamos juntas pero no se me ocurre un plan peor…