Cosas que le complican la vida a una madre. El Ratoncito Pérez.

27 de junio de 2022

‘El Ratoncito Pérez es un mierda’. Es lo que le escuché una vez a un niño cuya madre le explicaba en una juguetería que no esperase que le trajera noséqué Nerf, que en todo caso le traería algunas golosinas y monedas y tampoco muchas, que para eso están los Reyes, lo que al niño le pareció, como diría el pelirrojo, una estafa. ‘El Ratoncito Pérez es un mierda’, dijo, y yo no puedo más que darle la razón.

No sé quién inventó a este señor ni al hada de los dientes ni a otros sucedáneos tratantes de dentadura, que empezando por el principio son unas figuras siniestras y turbadoras con sus robos, sus sobornos y chanchullos, colándose en casa y metiéndose bajo la almohada a rebuscar para llevarse tus dientes a cambio de dinero. A ver, bonito no es. Luego empezaron a circular historias de lo que hacía con los dientes, desde que se los regalaba a los abuelos que no tenían dientes, una teoría que a mí de pequeña me parecía terrible por la imagen inquietante de abuelos con dientes de leche de tres milímetros como los Critters o la más extendida, que se hacía mansiones con ellos y muebles y hasta piscina, lo que sin duda es todavía más asqueroso y desconcertante.

Luego está el hecho de que tiene que acercarse a tu cara para recoger la mercancía mientras estás inconsciente, lo que supone dos problemas, uno, que no estés de acuerdo con el trato pero que no puedas impugnarlo al estar dormido y dos, como decía la pelirroja cuando era pequeña, que se acercara mucho y le tocara la cara con las miniuñas de rata o la cola sucia y de solo pensarlo hiperventilaba a pesar de que yo le decía que era un señor pulcrísimo que se hacía la manicura y llevaba la cola recogida para no enredarse por ahí. La de cosas que tenemos que inventar los padres para sobrevivir, pero aún así decidimos poner los dientes en la mesa del salón y que el roedor hiciera allí sus trapicheos.

Pero sin duda, lo peor de estos personajes es que son performances complicadisimas de llevar a cabo para los padres, sobre todo porque han de hacerse de noche y, en la mayoría de los casos, a tres milímetros de la cara del niño cuya inocencia hay que salvaguardar.

No hacer ruido, ser sigiloso en la colocación del regalo o las monedas, acertar a coger el diente y a dejar nota si procede, todo en la más absoluta oscuridad con la destreza de un ninja y todo después de todo un día de trabajo y destrucción que solo te ha dejado fuerzas para tumbarte bocabajo en el suelo como los curas que van a ser ordenados y dejarte morir. Y todo eso suponiendo que la caída del diente ya estuviera prevista y tuvieras en tu poder todo lo necesario para el asunto porque cuando es caída sorpresa a las 10 de la noche, toca además de la hiperactividad del niño ilusionado con la boca del Risitas, un festival de buscar cambio, bajar al bazar a comprar chuches y empujar al niño a que se duerma mientras vas pegándote cabezazos de sueño por las esquinas.

Y luego, a medida que van haciéndose mayores la cosa se complica, porque antes de que acepten que no existe, viene una época de sospechas que nos obligan a ser todavía más profesionales porque el niño está acechando, planeando quedarse despierto para pillar al ratón in fraganti, esconder el diente o pedirle cosas imposibles como poder volar, dejar de ir al colegio para siempre o un pastor alemán.

De hecho, al pelirrojo lo tenemos en esa fase. No nos cuenta cuando se le cae un diente para ver si el sr Pérez está al loro, le deja notas para que las firme el roedor de puño y letra y luego comprobar la rúbrica con una lupa o, el último desafío, dejar la cámara del portátil encendida para verlo llegar. ¿Pero yo qué necesidad tengo de este malvivir? Por suerte tenemos a la pelirroja que anda ojo avizor y nos cuenta las estrategias del benjamín, así que tenemos que trabajar duro, ensayando caligrafías ratiles, haciendo vídeos falsos y borrando aquellos en los que se nos ve al pater y a mí al borde de la muerte y del colapso nervioso preparando el cotarro con nocturnidad y alevosía.

Y siempre con el miedo a ser descubierto en el cogote. De hecho, el otro día, en la puerta del colegio, mientras esperábamos a la pelirroja, el aspirante me dijo ‘Mamá, he descubierto una cosa sobre el Ratón Pérez’ y lo dijo con tal solemnidad, que pensé que iba a confesar que ya sabía que no existía, que era un fraude, y aunque a veces pienso que es lo mejor que nos podía pasar, me sentí como cuando mi padre me pillaba llegando fuera de la hora acordada y casi se me sale el corazón por la boca.

‘He descubierto que el ratoncito Pérez es en realidad… -muerte maternal por taquicardias- un estafador -alivio nivel leyenda-. Porque si lo piensas bien, a mí siempre me deja dinero y chuches, pero con las chuches se caen los dientes así que en realidad no las trae porque sea buena persona o un buen ratón, en realidad lo que quiere son más dientes ¿te das cuenta? es un estafador’. Mi pequeño descubriendo los entresijos del capitalismo y el sistema de consumo, pero creyendo a pies juntillas en un ratón estafador. Criatura.

Así que, aliviada, decidí aprovechar el asunto para animarlo a que comiera menos chuches para así fastidiar al ratón, que se llevaría menos dientes, pero, claro, el chiquillo es crédulo pero no tonto y ya había renunciado a la posibilidad de volar o de tener un perro, así que no iba a renunciar también al azúcar procesada y me me dijo ‘No, no, se vaya a poner triste y no venga más’ e imagino que él mismo se dio cuenta que la poca fuerza del argumento después de llenársele la boca llamándolo estafador, así que añadió ‘Voy a comer todavía más, muchas más, para que se me caigan los dientes pero se los tenga que llevar picados’. Y no pude ponerle pegas al plan. Que se joda el ratón.

NOTA: Y vosotros de pequeños ¿teníais miedo del ratón? ¿Y de mayores? ¿Os han pillado alguna vez in fraganti u os ha dado un microinfarto al creer que sí? Contádnoslo todo…

 

4 Comentarios

  1. Rosa Mari

    ¿Y porqué los dientes tienen que ser tan caprichosos y caerse de forma inesperada a horas intempestivas de la noche?
    A los míos se les empezaron a caer tarde por lo que ya directamente pase a la fase de la sospecha.
    Lo que me salvó un poco fue visitar con ellos el Museo del Ratoncito Pérez en Madrid. ¡Hasta yo salí creyendo en el maldito roedor.

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    • Carmen

      Jajajjj toda la razón lleva pelirrojo en lo de estafador. Yo estaba tan deseosa de perder de vista a Pérez y compañía, seres de otro mundo capaces de complicarme el mío…Qué alivio cuando descubrieron la verdad!! Cosa no muy difícil con la de pistas que yo iba dejando jajajjj

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  2. Marga

    Por favor 😂😂😂😂😂😂

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  3. Lupita Vázquez

    Cuando a mi chiquilla se le cayó el primer diente, hace algunos ayeres (ya tiene 10 años!!), se me ocurrió preguntarle, ¿Quien crees que vendrá por él? ¿El Ratón o el Hada? Me contestó con una seriedad digna de mejores causas «El Ratón, por supuesto. Tu me dijiste que las hadas no existen, los ratones sí los he visto» (un hada murió en ese momento jajaja). Después siguió lo que describes: caída de dientes a horas inesperadas y el continuo estrés por conseguir el regalito y las monedas. En una ocasión puso «trampas» por todos lados y llegó a descubrir pisadas de ratón en el polvo de la ventana (ternura). Un día dejó una entrevista para que la contestara el Ratón, que pasó de largo y tuve que explicarle que el ratón era muy pequeño para levantar el lápiz que le había dejado y seguramente él había olvidado el suyo. Muchas gracias por tus letras Flor!! Me alegran el día. Abrazo!!

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